martes, 30 de junio de 2015

Eternidades

Muchacha en la ventana
Salvador Dalí
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, España.

¿Hace cuántos siglos que nos cocemos?
¿Hace cuántas carcajadas?
¿Hace cuántas nostalgias, cuántas añoranzas?
¿Cuántas lágrimas hemos compartido?
¿Cuántas esperanzas y desesperanzas?
¿Hace cuántas sonrisas atrás nos sonreímos?
¿Cuántos versos transcurrieron desde entonces?
¿Hace cuántas respuestas sin pregunta?
¿Hace cuántas preguntas que no se formularon?
¿Hace cuántos te quiero que nos vamos queriendo?
¿Cuántas cosas no dichas han pasado?
¿Cuántas nimiedades habremos transformado
en instantes trascendentes para regalarnos?
¿A cuántos silencios nos habremos sobrepuesto?
¿Cuántas distancias habremos traspasado?
¿Qué cantidad de besos habremos omitido?
¿Y bajo cuántas lluvias nos habremos pensado?
¿Hace cuántas canciones compartidas
soltamos melancolías atrapadas?
Solo sé que ha pasado desde entonces,
algo más de un par de eternidades.

lunes, 29 de junio de 2015

La noche en que te inventé

Pareja en la playa
Josep de Tagores
Óleo sobre lienzo
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, España.

Creo que fue una noche
cuando inventé tu piel.
La dibujé completa con mis manos.
Desparramé en ella todos mis sentidos.
La traje hasta mi cuerpo.
La recorrí, la bebí, la respiré.
Le regalé mis dedos y mi aliento
y le pedí que me envolviera
con tibieza y con fuerza interminables.
Fue entonces que inventé tus manos.
Les ofrecí mis pechos y mi vientre.
Las entibié en mis humedales.
Y tuve que inventar tus ojos,
para pedirte aún más con la mirada.
Y desencadené la cascada de mi pelo
sobre tu pecho inventado en esa noche
para vivir el postergado sueño
de amarte con completo desenfado.

miércoles, 24 de junio de 2015

Algún día...

Vuelo sobre la ciudad
Marc Chagall
Óleo sobre lienzo
Galería Tretyakov, Moscú, Federación Rusa.

Hoy retorné al trabajo.
Sin ganas, sin motivos.
Solo porque el sistema decidió
que no había antecedentes suficientes
para que yo no estuviera produciendo.
Antes de que llegara la luz
corté el frío de la calle,
sin convicción alguna.
Entré en el claro artificial
de la oficina
sujeta del café de cada día
y frente al mar de pantallas
que aún no cobraban su sentido,
me pregunté por qué
no te propuse a tiempo
escapar por un día a cualquier parte.
Pensé que ese café podía estar
sobre una mesa del mercado de Chillán,
con un pan amasado caliente con mantequilla
mientras nos reíamos de los titulares de El Mercurio.
O tal vez en un café de Valparaíso,
con un par de medialunas con chocolate,
mientras te decía simplemente:
“este sí será un buen día”.
Quise bajar a alguna playa,
para caminar en silencio por la arena,
escuchando de fondo el ruido del mar
y una que otra gaviota entrometida.
Te vi en el banco de un parque,
leyéndome poemas de Miguel Hernández.
Fotografiando las palmeras en Ocoa.
Asomado a la ventana del tren
a la altura de Rancagua.
Imaginé una siesta, junto a ti,
en un lugar entibiado por el fuego,
(pero uno verdadero, como a la antigua usanza).
Quizá una caminata por alguna alameda.
Una puesta de Sol vista desde una cima.
Una botella de vino compartida.
Visualicé una sencilla despedida:
hasta otro día, amor.
Hasta otro día en que queramos refugiarnos
en el regalo mutuo de nuestra compañía.

miércoles, 17 de junio de 2015

Declaración pública

Desnudo sobre un diván (Bella mujer romana)
Amadeo Modigliani
Óleo sobre lienzo
Colección privada

Declaro aquí y ahora que te extraño.
Lo declaro públicamente.
En forma explícita.
Categórica.
Impúdica.
Solemne.
Declaro que tus palabras me capturan.
Me transportan.
Me envuelven.
Me seducen.
Declaro que mi meta son tus ojos.
Tu sonrisa.
Tu risa.
Declaro que te espero.
Que te busco.
Te anhelo.
Te deseo.


De Amores de antaño
© 272608 I.S.B.N. 978-956-368-153-6

lunes, 8 de junio de 2015

El hombre que ofrece conciertos a los pájaros

Jilgueros
Rocío Galindo Pinto
Óleo sobre tabla
España

Hay quienes ven rebaños en las nubes,
que al alba se dan cuenta que hay rocío,
conocen a las flores por sus nombres,
distinguen a las aves por sus trinos.

Son seres que sonríen con los niños,
que humedecen sus ojos con poemas,
que se emocionan con la luna llena,
que tratan a los perros con cariño.

Tal como ellos es el amigo mío
que un día se sentó ante su ventana
a liberar la música encerrada
en la caja heredada de su tío.

Y fluyeron hermosas melodías,
invadiendo el espacio de la estancia
ofreciéndole con su resonancia
buen descanso al ocaso de su día.

Fue entonces cuando vio a través del vidrio:
cobijado a la sombra del alero,
con el respeto de un músico eximio,
escuchaba la música, un jilguero.

El milagro volvió al día siguiente,
cuando un aria en la voz de una contralto,
oía convocando complaciente,
al alado invitado de su palco.

Cuando esto parecía haber soñado,
una tarde, a comienzos del estío,
se presentó el jilguero acompañado
de otra ave, (seguro, un amorío).

En los días siguientes preparaba
a las aves un nuevo repertorio
y ellas, escuchando en su ventana
le daban de la vida testimonio.

Y yo puedo decir, con toda calma,
que es el mayor de todos los prodigios
que este hombre capaz de tocarme el alma
me otorgue, en privilegio, ser mi amigo.

sábado, 6 de junio de 2015

Silencio… eppur si muove

Galileo en la Universidad de Padua 
demostrando las nuevas teorías astronómicas
Félix Parra
Óleo sobre tela
Museo Nacional de Arte, Ciudad de México, México.

Tal vez no sea
una buena idea,
me dijiste.
Fue justo ahí
cuando empezó a gustarme.
Debo confesar
que las ideas no tan buenas,
a veces, me seducen.
No fue una buena idea
de cierto Galileo
vociferar que el mundo,
creación tan divina,
no era el centro
de todo lo que existe
y que andaba girando
como un astro cualquiera
de barrio en periferia.
Al fin, cayó en cordura
y se dio cuenta
que no por que él negara
o guardara silencio
se iba a detener
el movimiento.
Y suele sucedernos
que pensemos
que lo que no ponemos
en palabras
no estará sucediendo,
pero aunque no lo hablemos
y no queramos verlo
habrá un eppur si muove,
te lo advierto.


De Amores que jamás florecieron
© 272608 I.S.B.N. 978-956-368-153-6

jueves, 4 de junio de 2015

Háblame de tu Euskadi

Romería Vasca
Aurelio Arteta
Óleo sobre lienzo
Museo San Telmo, Guipúzcoa, País Vasco, España.

Háblame de tu Euskadi con cariño,
de los pinares de tus montes vascongados,
de los hayedos cantábricos de otoño,
de los modernos edificios de Bilbao.

Cuéntame de tu árbol de Guernica,
de su diáspora en cientos de retoños.
Dime cómo en la sierra de Cantabria
se impone la alta cima del Toloño.

Nárrame alguna historia sorprendente,
de pescadores, leñadores y mineros,
de su carácter tan férreo y resistente
como el alma de las fábricas de acero.

Cántame tu Eukal Herria en unos versos,
píntame un cuadro de los pirineos,
cántame una canción en un susurro,
como tus ríos cuando van llegando al Ebro.

Transmíteme energía de la vida
de su naturaleza y de su gente
envíame su fuerza vehemente
en los vientos peinados por Chillida.

Dibuja tras los campos de Goierri,
la maciza estructura del Aizkorri,
destacando en el cielo transparente,
la magnífica blancura del Aitxuri.

Dame el zortziko emocionado de un dantzari
en compases de txistu y tamboriles,
y las palabras más dulces y gentiles
en las rimas de un vasco bertsolari.

Dame la calma de los llanos alaveses
y la alegría de sus miles de colores,
y para el miedo que me embarga algunas veces,
la luz potente de un brillante eguzkilore.

Suéltame una paloma mensajera
desde el rojo tejado de un baserri.
Haz que traiga muy lejos a mi tierra,
unos versos escritos en euskera.

Y desde algún acantilado viscaíno
o desde el puente colgante de Bizkaia
lanza un agur, que llegue a mi destino,
para que me acompañe donde vaya.

miércoles, 3 de junio de 2015

José Luis Valdivia. El duende del sueño.




Ese pequeño duende clandestino
que toca la campana dulcemente
ha hecho de mi hospitalaria mente
su acogedor y dulce camino.
Ese espíritu insolente y furtivo
me ha tomado por bicoca del destino;
es un escándalo ser de él cautivo.

En Algeciras, a 24 de julio de 2008. 



(Gracias, amigo mío, por enviar de visita a tu duende, emparentado con el mío)

lunes, 1 de junio de 2015

Tu duende y el mío


Duende Martinico
Ricardo Sánchez
Ilustración
Guía de los seres mágicos de España
Carlos Canales y Jesús Callejo, Edaf, Madrid, 1994.

Para mi amigo, el poeta del duende, José Luis Valdivia.

Resulta sorprendente, amigo mío,
que separados por mar y continente
hubieran resultado ser parientes
tu duende y el mío.

Quizás algún ancestro compartido
de ese mítico mundo de los cuentos
entró de polizonte en una alforja
de Pedro de Valdivia el extremeño
cuando vino a fundar por estas tierras
la Nueva Extremadura de sus sueños.

O, tal vez, algún duende aventurero
se vino desde España con mi abuelo
como un pasajero inadvertido
sentado en el alón de su sombrero.

El caso, amigo mío, es que a los años,
nos hemos presentado desde lejos
y hemos descubierto, no perplejos,
el secreto que ambos poseemos:
un duende nos escribe nuestros versos.

Los versos de tu duende y los del mío
revelan su indudable parentesco;
no pueden ocultar, aunque quisieran,
que provienen, tal vez, del mismo cuento.

Son sencillos, sin grandes pretensiones,
alegres, traviesos y rebeldes.
Se escapan por un tiempo y reaparecen
y hacen versos, dibujos y canciones.